En San Juan 8:28-29, Jesús dice:, «cuando ustedes levanten en alto al Hijo del hombre, reconocerán que Yo Soy, y que no haga nada por mi propia cuenta; solamente digo lo que el Padre me ha enseñado. Porque el que me ha enviado está conmigo; mi Padre no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que a él le agrada».
De nuevo, esto es demasiado increíble de comprender para nuestras mentes terrenales. En estos versículos, Jesús se refiere a si mismo como el Gran Yo Soy, aquel que le apareció a Moisés en la zarza ardiente en Exodo 3:14. Cada uno de quienes lo escuchaban sabía de lo que estaba hablando. El es el Dios Eterno, el Señor de la historia humana y el Gran Redentor de todo lo que estaba perdido.
[frame type=”left” width=”200″ title=”El origen de su autoridad” height=”133″ src=”https://jesusyyo.net/imagenes/autoridad-3.jpg”]En esos dos versículos, Jesús comenta que el nunca hace o dice nada acerca de él o por su cuenta. Él dice que Otro hizo todo por medio de Él, que Otro fue la Fuente de sus palabras y sus acciones. Por supuesto que este Otro al que Jesús se refiere es Dios el Padre.
Ahora volvamos de nuevo a la tierra y veamos que podemos aprender de esto. Muchas veces Dios nos da experiencias terrenales para que podamos aprender verdades celestiales o espirituales. ¿Cómo nos comportamos con nuestro padre terrenal? Usted dirá, ¡pero mi papá no fue muy bueno conmigo! Pero, un momento. Consideremos como Dios el Padre trató a su Hijo, Jesús.
[quote_right]Dios el Padre, arregló todo de tal forma que los celosos líderes Judíos convencieran a la multitud de condenarlo a una muerte horrible. ¡Y Jesús lo aceptó! ¡Lo aceptó sin quejarse[/quote_right]Él lo envió del cielo a vivir en esta Tierra loca, ¡que tristeza, que desgracia! Esto es sin duda mucho peor que un rey en la actualidad enviando a su hijo a vivir en cualquier precario. Luego, cuando Jesús llegó a la Tierra, Dios el Padre acomodó las cosas de tal forma que de las personas rechazaran a Jesús a pesar de todo lo que Él hizo por ellas, como por ejemplo sanar a los enfermos o alimentar a los hambrientos. Después, Dios el Padre, arregló todo de tal forma que los celosos líderes Judíos convencieran a la multitud de condenarlo a una muerte horrible. ¡Y Jesús lo aceptó! ¡Lo aceptó sin quejarse! Isaías 53:7 dice, « fue maltratado, pero sometió humildemente, ni siquiera abrió la boca…».
Estos versículos indican que Jesús tenía una tremenda habilidad de someterse a circunstancias terribles, ¡sin quejarse! Pero, seguimos en búsqueda de donde recibió su autoridad Jesús y de porqué Él la tenía cuando otros grandes maestros la carecían.