En el devocional anterior vimos como San Juan 13:2 dice que Dios el Padre entregó a Jesús toda autoridad. Dios el Padre era un Padre perfecto y Dios el Hijo, Jesús, era un Hijo perfecto. Hebreos 2:10 nos comparte una maravillosa luz en relación a este pensamiento, «Todas las cosas existen para Dios y por la accion de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio de sufrimiento, tenia que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos». Luego de su más grande y final sufrimiento, Jesús nos dice en Mateo 28:20, «Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra…».
[frame type=”right” width=”200″ title=”El origen de su autoridad” height=”133″ src=”https://jesusyyo.net/imagenes/autoridad-5.jpg”]Entonces este es el origen de la autoridad de Jesús. Dios el Padre se la entregó a Él pero solo a cambio de su total obediencia. Y debido a su necesidad de tener toda autoridad para conquistar a todo el mal, Jesús tuvo que sufrir de gran forma para “perfeccionar” su obediencia. Sin duda alguna, tenemos un Salvador que lo ha conquistado todo.
Efesios 1: 19b-22a dice, «Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe, tanto en este tiempo como en el venidero. Sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo…».
[quote_left]No podemos llegar a comprender la victoria alcanzada por Jesús como resultado de «…haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz».[/quote_left]No podemos llegar a comprender la victoria alcanzada por Jesús como resultado de «…haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz». Filipenses 2:8. Por supuesto que la victoria y “toda autoridad” van de la mano. Y en la raiz de todo está un Dios amoroso que preocupándose profundamente para que fueramos redimidos, ideó un plan santo en el cual el amor es el único medio de fuerza utilizado. Este amor requirió un gran sufrimiento personal que culminó en autoridad absoluta dada a Jesús. En realidad, la culminación es completa en nuestras vidas al haber Jesús compartido su vida y autoridad con nosotros.
Aquí encontramos la respuesta a nuestra necesidad de autoridad para enfrentar las situaciones diarias de la vida en victoria – la vida de Jesús como la nuestra. San Juan 17: 23, «Yo (Jesús) en ellos y tu (El Padre) en mi…»