Cierto día, mientras compartía con un buen amigo acerca de las dinámicas familiares equivocadas, él me comentaba que cuando una persona pretende alcanzar 100% de satisfacción en su relación matrimonial, sin importarle qué ocurra con su cónyuge, corre el riesgo de convertirse en amo del otro. Semejante dinámica deja a la otra persona en el rango de esclavo. Expresado de otra manera, uno de los dos vive para que el otro lo complazca en todo y el otro vive para complacer. Uno ha diseñado su estilo de vida, y el otro existe para ayudarlo a sostener intacto ese estilo de vida. Uno señala el camino a seguir, y el otro simplemente camina ese camino. Uno de los dos siempre cree estar en la razón en todo, y el otro debe dársela, de lo contrario, el desacuerdo podría convertirse en un asunto bastante serio.
Lo más parecido que he encontrado a este tipo de relación es la fábula que de «Pinky y Cerebro». Estos personajes son dos pequeños ratoncitos, uno es cabezón, Cerebro, dueño de las ideas y de las metas. Y el otro es Pinky, que sería el complaciente, el que renuncia aun a sus propios sueños con tal de que Cerebro logre «conquistar el mundo». Al igual que en esta genial fábula, ningún matrimonios alcanza el éxito cuando uno de los dos cónyuges procura para sí 100% de la satisfacción.
En este sentido, el aporte de San Pablo a los gálatas es muy valioso, a quienes les recuerda que Cristo nos liberó para que vivamos en libertad (Capítulo 5, versículo 1). De igual manera, existen relaciones matrimoniales de esclavitud. Y, en muchas ocasiones, vivimos sin percatarnos de que nos hemos convertido en amos o en esclavos. De esta esclavitud debemos ser libres, no del cónyuge, sin embargo, sí de aquellos comportamientos y motivaciones que nos llevan a semejante esclavitud.
Una dinámica familiar equivocada no debe formarse con amos y esclavos, sino de cónyuges capaces de bajar expectativas con tal que de ambos lleguen a una satisfacción que les resulte útil a los dos. Jesucristo lo expresó con claridad. La clave está en realcanzar un acuerdo entre ambos, pero para ello se necesitan dos humildes siervos de Jesús, capaces de ver por encima del egoísmo.