La comunión es llevada a cabo por el Espíritu

2 Corintios 13:14 «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.»

1 Corintios 15:45 «Así también está escrito. “Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente”; el postrer Adán, Espíritu vivificante.»

[frame type=”right” width=”250″ title=”Experimentar y disfrutar la comunión” height=”167″ src=”https://jesusyyo.net/imagenes/comunion4.jpg”]Hemos subrayado repetidas veces que en 1:9 Pablo dice que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. En realidad, esta comunión nos la comunica el Espíritu. En 2 Corintios 13:14 Pablo dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Esta comunión es una mutualidad maravillosa y excelente. Puesto que nos la comunica el Espíritu, si no tenemos al Espíritu, no tenemos la comunión. Esta comunión no sólo se llama la comunión del Hijo, sino que también es la comunión del Espíritu, ya que después de pasar por un maravilloso proceso, el Hijo se hizo el Espíritu vivificante. Por consiguiente, en nuestra experiencia, la comunión del Hijo se convierte en la comunión del Espíritu. Si somos un solo espíritu con el Espíritu, podremos disfrutar de la comunión.

En 15:45 Pablo dice que Cristo, como postrer Adán, se hizo Espíritu vivificante. Si Cristo no fuese el Espíritu vivificante, no podría ser ni poder ni sabiduría para nosotros. Tampoco podría ser nuestra justicia, nuestra santificación ni nuestra redención. A los que afirman que es una herejía enseñar que Cristo es el Espíritu no les es posible experimentar a Cristo. Debido a que no lo conocen como Espíritu, no lo experimentan en sus diecinueve aspectos. Aunque Cristo fue instalado en ellos, no lo viven. Una vez más, empleemos la electricidad como ejemplo. Aunque la electricidad esté instalada en un edificio, de nada servirá si no hay corriente eléctrica. Del mismo modo, Cristo está en nosotros, pero si no lo conocemos como Espíritu, es imposible experimentarlo. Si Cristo no fuese el Espíritu vivificante, ¿cómo podría ser tanto la Cabeza como el Cuerpo? ¿Cómo podría ser nuestro alimento, nuestra bebida y la roca que nos sigue? La clave para experimentar a Cristo en estos aspectos está en el hecho de que Él, el postrer Adán, se hizo el Espíritu vivificante.